Todo
comenzó con un viaje. Unas vacaciones a Uruguay como mochileros. Con
demasiado tiempo libre y pocas ocupaciones. Con el momento oportuno para
analizar y buscar algo en que ocupar la mente. Pudo haber
sido un crucigrama, mayor dedicación o curiosidad por los puntos turísticos,
tomar fotografías, pero no. Martín Piroyansky prefirió
que su obra, su cortometraje “Ella no me ama”, estrenado
en 2010, tuviese un desarrollo, un conflicto, una base psíquica y emocional. Y
para ello, qué mejor que un protagonista neurótico.
La
inseguridad, la falta de confianza, las inoportunas jugadas de la mente.
Sugestión. La historia comienza cuando los dos personajes, una pareja que
llevan dos años y cuatro meses juntos, deciden visitar Uruguay. Allí, él se
percata de que María, su novia, nunca le ha dicho que lo ama. Sabe
que en realidad no es así, se lo demuestra con acciones pero nunca se lo ha
dicho. En dos años y cuatro meses nunca había sido capaz de pronunciar esas dos
palabras, tan simples y tan cargadas de sentimiento a la vez.
Podía
ser que no lo sintiese, que no lo creyese meritorio u oportuno decirlo, que
fuera su pareja de momento porque, en cualquier momento, sería cambiado por un
músico hippie. El protagonista sufre. Sufre porque quiere. Sufre
por su mente. Sufre por su neurosis, por su falta de control. Sufre
porque es el tema que lo agobia hoy. Pero también, hay una realidad: ya no
quiere sufrir.
Sabe
que su novia no lo ama. Lo sabe. Y por eso decide actuar en consecuencia. Se lo
ve venir. Todo acabará. No hoy, no mañana. En cualquier momento. “No
es lo mismo querer que amar, no alcanza”. Lo presiente. La voz en off
nos lo cuenta. La introspección nos lo aclara.
Pasan
los días y él sigue sin querer sufrir. Lo más rápido y menos doloroso será evitar
que todo lo inevitable acontezca. Después de todo, no hoy, no mañana.
En cualquier momento. Tomar valor, dejar de pensarlo. Dejar de
amarla antes de que reconozca que nunca lo amó. Tomar valor,
dejar de pensarlo. Amarse al mismo tiempo.
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