Las ruedas y engranajes del progreso



Padre rico, padre pobre. Brechas sociales.  Capitalismo vs. Comunismo. Vender el país. 1991, plena Guerra Fría y el  uruguayo, Eduardo Galeano pone en tela de juicio los condimentos y las tretas de la economía mundial en su texto “El costo social del Progreso”. Las medidas gubernamentales y la estatización de diversas empresas. Ajustes. Planes y programas sociales, ayuda. Meras estrategias discursivas. Re-valorizaciones de lo “políticamente correcto”.

Cada vez es más evidente. Siempre que haya pobres habrá ricos. No existe uno sin el otro. Y por esta razón, por esta estridencia del capitalismo, es que se mueve el mundo. “La economía de laboratorio tampoco escucha ni ve a los hambrientos”. No conviene. Se necesitan.  Los gobiernos lo necesitan. No importa el PBI del país, todos necesitan a sus pobres. Es allí donde reside el negocio, donde gana la “prepotencia del dinero”. En la economía de la especulación.

Los ricos se aprovechan de los pobres. Hacen sus negocios. “Es una opción superadora: el hambre como necesidad de un estado y sus fieles servidores para mantener su sumisión, por un  lado para robarse unos pesitos (…)”. Se buscan Estados débiles, vendidos a las grandes corporaciones, a las multinacionales. Multinacionales que dictaran sus reglas en pos del beneficio propio, ganancias. “El inversor necesita un estado débil que no pueda forzarlo a cumplir ninguna regla”. Ya no importa cuál sea el eje central de poder, el líder en la cadena alimenticia. El desenlace siempre es el mismo. Son números, no personas. Lo importante es mejorar las estadísticas. Prueba y error.

Galeano, en pocas páginas, demuestra su indignación. Revela y ejemplifica con hechos ocurridos en diversos países. Hace hincapié en América Latina. Toma el caso Alemania. Son dos discursos. Dos antagónicos. ¿Antagónicos? Antagónicos con demasiados puntos en común para considerarse así. Después de todo, “el sacrificio del pobrerío no es más que el costo social del Progreso”.

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